Sobre mis pastelitos

Es mi terapia, fue mi salvación. 

Cuando me mudé de cuidad fue muy difícil para mí adaptarme al cambio; me sentía triste todo el tiempo y me desquitaba con mi novio por mi frustración. 

Él fue muy pacientente conmigo y me decía: búscate un hobbie, haz algo que te distraiga en lo que encuentras trabajo. Obvio que me ponía como Hulk cada vez que me decía eso, y no entendía que lo decía por mi bienestar. 

En ese momento no me había dado cuenta que la cocina sería mi hobbie; cada vez que entraba a ella me tranquilizaba y pasaba gran parte de mi tiempo buscando recetas nuevas para cocinar. 

Un día fui un curso de decoración de bubulubus con fondant y no me quedaron nada mal. Mi novio me dijo que los ofreciera, él estaba seguro que alguien los compraría; y sí, vendí muchísimos. 


Decidí que también vendería cupcakes y tuve que enfrentarme al reto de que me salieran; las recetas que me quedaban presentables no tenían el sabor que esperaba; y los que sabía espectaculares quedaban crocantes por fuera y crudos al centro :( ¡Pero la niña es terca! Así que intenté varias recetas y las repetí hasta que me salieron, tomé cursos y aprendí cosas básicas como no batir de más, leí y vi tutoriales, en fin, me empapé de información, las logré hacer y decidí quedarme con la receta que más me gustara. 


Definitivamente comí muchos cupcakes, pero si iba a venderlos, debía gustarme lo que ofrecía. Después me dije: debo aprender hacer pasteles. Tuve que pasar por el mismo proceso de prueba y error. Me llevaba a la oficina los pasteles que hacía, porqué mi novio y yo ya no queríamos comer ni una migaja de pastel.  

A más de 1 año que nació mi proyecto, puedo decir que soy muy afortunada, ya que he conocido a mucha gente, he visto la bondad y amabilidad de muchos clientes, he creado lazos y siento afecto por muchos de ellos. Me encanta saber que al niño que le hice el pastel de baby shower, también hice el de su bautizo, y que también hice el pastel de su prima, y de aniversario de bodas de sus papás... me hacen parte de sus vidas y les agradezco por permitirme dejar un poco de mí en sus celebraciones. 

Cada vez que hago un pastel, me gusta pensar que lo comerán en familia o con amigos y que pasan un momento agradable. Siento que vale la pena el desvelo y el cansancio cada vez que me mandan sus mensajes diciéndome que les gustó mucho o que el pastel fue todo un éxito. 


Este trabajo no se trata de vender pasteles o cupcakes, sino experiencias y momento gratos. 

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